Bajo el techo gris de la oficina, floreció un amor tan inesperado como genuino. Fue en ese escenario cotidiano donde nuestros destinos se entrelazaron, donde las miradas se encontraron.

La vida nos separó geográficamente, sin embargo, la distancia no fue obstáculo para que nuestra conexión se fortaleciera día a día. A través de palabras escritas y llamadas telefónicas, compartimos sueños, miedos y anhelos, construyendo un lazo indestructible que desafiaba las fronteras físicas.

Los encuentros esporádicos, los viajes para vernos y los momentos compartidos en la distancia fueron los pilares sobre los que se edificó este amor. Cada kilómetro que nos separaba parecía acercar nuestros corazones aún más.

Es por eso por lo que damos gracias a Dios por el privilegio de encontrarnos, y hoy con el profundo amor que sentimos y con la bendición de nuestros padres que nos han brindado su amor y apoyo incondicional a lo largo de este proceso hemos decidido unir nuestras vidas en matrimonio.